¿Maleducan los abuelos?
Tan sólo nuestros propios padres son capaces de contradecir nuestras reglas con tanta naturalidad. ¿Para preocuparse?.
Fuente:
Edufam
Más de una vez hemos descubierto en los bolsillos de nuestros hijos "pruebas" de pequeños caprichos que quizá nosotros no hubiéramos consentido. ¿Quién es el que los permite?
Tan sólo nuestros propios padres son capaces de contradecir nuestras reglas con tanta naturalidad. Pero no hay que preocuparse. La función de los abuelos no es la de educar a nuestros hijos y, si unos y otros sabemos estar en nuestro sitio, no hay peligro de que hagan de nuestro hijo un niño caprichoso y consentido.
Si a nosotros mismos nos cuesta resistirnos a los regaloneos y ruegos de nuestros pequeños tiranos, no puede extrañarnos que sus abuelos sean aún más débiles ante ellos.
Seguramente, hemos observado -o sospechamos- que cuando están juntos, la disciplina que tanto esfuerzo nos cuesta mantener en casa sufre un importante relajo.
Y eso nos preocupa: ¿Maleducan los abuelos? En términos generales, la respuesta es negativa, aunque con un importante matiz: los abuelos NO maleducan, si el papel que cumplen con sus nietos es -simple y llanamente- el de abuelos.
Abuelos, no padres
El problema surge cuando los niños confunden los papeles de padres y abuelos. Sin embargo ambos -siendo los dos importantes- son esencialmente diferentes.
En primer lugar, la responsabilidad sobre la educación y la formación de los hijos recae sobre los padres y es indelegable. Son ellos los que han de plantearse las principales líneas educativas, los hábitos y valores humanos que desean exigir a sus hijos.
Ciertamente, los abuelos pueden apoyar esa tarea, pero nunca deben permitir que se delegue en ellos. Otro punto diferencial es la disponibilidad, que puede ser también el origen o la excusa para que recaigan en ellos deberes que no les corresponden.
Hoy día, los abuelos disponen de más tiempo que los propios padres. Cuando se les confía la supervisión y cuidado de los niños durante periodos desproporcionados, es comprensible que el niño acabe confundido.
Por último, hay otra diferencia esencial entre padres y abuelos, que los niños perciben muy pronto; es más fácil entenderse con los segundos.
¿Por qué? Quizá porque van a un ritmo más pausado, porque mantienen el temple ante las catástrofes, porque al no recaer en ellos la responsabilidad educativa no están continuamente exigiéndoles.
Todo esto provoca una complicidad, una relación especial donde los padres quedan fuera de juego.
Entre amigos
Sin embargo, no es este último aspecto de la relación abuelos-nietos el que debe preocuparnos.
Ese es precisamente, el que más beneficios traerá para ambas partes. Nuestros padres y nuestros hijos tienen mucho que reportarse mutuamente, y la relación entre ellos será más enriquecedora cuanto más estrecha y libre de interferencias.
Por lo tanto, no sólo no debemos temer fomentarla sino que, al contrario, hemos de esforzarnos para que ambas generaciones puedan disfrutar del mayor roce y trato.
Los padres han de ver esto como una ventaja de la que toda la familia podrá beneficiarse. Eso sí, mientras unos y otros sepan estar en su lugar: los padres, como responsables primeros de la educación de los niños, y los abuelos como colaboradores en esa tarea, y derrochadores de cariño y comprensión por los cuatro costados.
¿Quién manda aquí?
El peligro de que los abuelos maleduquen a los nietos no existirá mientras los niños no alberguen dudas de dónde reside la autoridad.
Precisamente, lo natural es que los abuelos les consientan esos pequeños caprichos que los padres no toleramos, e incluso que les mimen. Sin embargo, cuando los padres dependen excesivamente de la ayuda de los abuelos, el niño puede llegar a confundir cuál es su casa, porque los abuelos hacen el papel de padres "diurnos".
En esos casos, los padres acaban con las manos atadas para ejercer su autoridad natural. ¿Cómo evitarlo? La solución no será poner trabas para que los niños traten a sus abuelos. Mientras más se vean unos y otros, mejor para ambos.
Lo importante es que los padres conserven su protagonismo, que sean ellos los que lleven las riendas de las exigencias y los hábitos a fomentar en cada etapa del desarrollo de sus hijos.
Mimos sí, mimar también
Mientras los padres sepan mantener su puesto de capitanes de buque, los abuelos podrán disfrutar del suyo, el de coronel retirado. Así, mientras para aquellos decíamos "mimos sí, mimar no", para estos últimos podemos asegurar que no sólo pueden prodigar mimos con sus nietos, sino que pueden también concederles algún que otro capricho sin temor a consentirlos.
Distinto es que el abuelo permita al niño hacer trastadas, como romper cosas. Que él no sea responsable de la educación del niño no significa que deba desentenderse.
Pueden hacer juntos una excursión "de puntillas" al armario de los dulces, pero es obvio que el abuelo ha de reprender al nieto que pega a otro niño en el parque.
Además, desde su privilegiada posición en la relación con sus nietos, el abuelo tiene la posibilidad de plantear otros puntos de exigencia distintos y complementarios a los que proponen los padres.
Los niños pronto advertirán en ellos poderosos aliados para hacer una excursión furtiva a la juguetería pero, en cambio, aceptarán orgullosamente cualquier reto que estos bondadosos seres les propongan.
Por ejemplo, cuando comen con la abuela, quizá se las ingenien para que ésta les haga papas fritas en vez de habas, pero... intentarán seguir sus pautas sobre la forma de empuñar la cuchara.
Son detalles que quizá los padres, en el día a día, han de dejar en un segundo término, para poder enseñar a los niños cosas más necesarias. Los mismos padres, conscientes de esas pequeñas "lagunas" pueden proponer a sus padres que se ocupen de ellas.
Del blanco al negro
Por último, cabe también el caso de que el abuelo contradiga las disposiciones de los padres. Para que esto no ocurra, debemos tomar las oportunas medidas, como evitar delegar toda la responsabilidad educativa en sus espaldas.
También es conveniente que les tengamos al corriente de nuestros programas respecto a la educación de los niños. Podemos seguir o no sus consejos, como mejor nos parezca. Pero siempre nos vendrá bien escucharlos y, si es oportuno, aceptar su ayuda y colaboración.
Lo que no debemos permitir es que la solución llegue a ser recortar el trato del niño con el abuelo, porque ambos se necesitan y tienen derecho a enriquecerse mutuamente...
Si cuando van todos juntos de paseo, el niño se empeña en adquirir unos gogos, aprovechad la presencia de los abuelos para hacerles un guiño y que sean ellos quienes "cedan" al capricho.
Haced lo posible para no discutir padres y abuelos sobre la educación del niño delante de éste. Si surge la diferencia, podéis solucionarla permitiendo que sean los abuelos los que concedan el capricho.
En casa de los abuelos, que sean ellos los que dicten las normas y quienes decidan si se come pastel de postre, en vez de fruta.
De esta forma, los padres se relajan un rato, la educación de los niños no se resiente y éstos estarán deseosos de volver a visitarlos.
Si sus hijos no tratan mucho a sus abuelos, plantead estas próximas vacaciones de forma que puedan convivir al menos unos días.
Cuando el niño aparezca en casa con alguna golosina o capricho comprados por el abuelo no se enojen.
Mejor sonrían y aprovechen para hacerle un comentario que le haga reflexionar: "Mira que eres inteligente, cómo sabes que eso a mi no me lo hubieras sacado".
Si es posible, recurrid a los abuelos para que les ayuden en algún punto que no sea fundamental de la educación de vuestros hijos. Por ejemplo, ustedes exigan que coman todo, y ellos insistirán en que mantengan las posturas en la mesa.
copiado de
http://www.familia.cl/tercera_edad/maleducan/Maleducan_abuelos%20.htm